21 de enero de 2013

Cómo bajar una estrella



Por Antonio Hernández Del Toro

La carambola es una jugosa fruta que recuerdo desde mi niñez. Fruta que siempre confundía y llamaba estrella. Recuerdo que se veía completamente maravillosa, llena de misterio en aquel árbol tan alto y frondoso, cuyos frutos bien maduros y completamente deseables parecían flotar en el aire. Veía hacia el enorme árbol y encontraba esas estrellas amarillas colgando de las ramas, creyendo siempre que con un salto lograría alcanzar las hermosas y brillantes estrellas que, desde mi punto de vista, eran pequeñas y bonitas.

Siempre tuve que tener cuidado de no cogerlas muy verdes, pues de hacerlo mi boca comenzaría a hacer muecas al son del sabor agrio que ocupaba todo mi paladar. Recuerdo que recogerlas en familia era un acontecimiento importante. Yo trataba de coger las más grandes y más amarillas. Era como una competencia buscando siempre llenar mi funda con los frutos más grandes y coloridos, solo para que pareciera tener más.

Siempre llegan imágenes de mi niñez cuando pruebo una carambola. ¡Bien madura y amarillita como me gusta! Recuerdo cómo las lavaba, siempre sintiendo su textura suave y fría, consciente de sus cinco lados (característica que siempre he amado). Luego me sentaba en la mesa para pelarla en pequeños trozos, pero por la desesperación terminaba pegándole un gran mordisco. No olvido que por más que siempre trataba, su jugo bajaba como una cascada por mi boca y ensuciaba toda mi ropa. No importaba lo mucho que tratara de no ensuciarme, siempre terminaba embarrado.

Todavía al día de hoy espero con ansias esa temporada de carambolas, solo para poder saborear esa estrella que para mí cae del mismísimo cielo, casi como por arte de magia.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario