21 de enero de 2013

Tofú

Por Camilo Narváez



Se ha demostrado que el tofú y todos los derivados de la soja contienen inhibidores enzimáticos que hacen de la digestión una tarea difícil para el estómago y las enzimas que este segrega. Los japoneses tradicionalmente ingieren esta planta en microporciones y muy pocas veces al año. Si en mi niñez hubiera tenido en cuenta estos datos, no me hubiese importado en lo absoluto seguir almorzando, saboreando y devorando las lasañas de tofú que elaboraba la cacica de mi bohío bayamonés, mi madre.
Setas, zanahoria, pimiento, queso, salsa de tomate y tofú, mucho tofú. Una reunión de mis sabores favoritos entre dos capas de pasta y acompañados de un arroz con habichuelas o una ensalada que debía comerse al principio, porque lo mejor, es decir, la lasaña, era para el final. Ese orden de ingerir la comida me aseguraba el verdadero disfrute y deleite de la mejor lasaña de tofú echa en Sierra Bayamón. El aroma que salía expulsado del horno y enseguida se difundía por el hogar, tenía un efecto pavloviano que yo e incluso amigos de la elemental experimentamos. Gracias a Dios que fui fuerte y mi razón y cordura no permitieron que desarrollara el complejo de Edipo, un complejo fácil de adquirir cuando el matriarcado de mi casa constantemente bombardeaba mi paladar con sabores que solo en esa cocina hogareña eran creados.

Sin lugar a dudas, las lasañas de tofú y el resto del banquete casero y exquisito que disfruté en mi infancia, me encaminaron indirectamente hasta el vegetarianismo. Sobre la mesa del comedor familiar nunca vi el cadáver de un mamífero, no obstante, pocas veces al mes, el tilapia o el pollo satisfacían mi estómago, pero esta no era la norma. La norma eran las frutas, las semillas, las viandas, lo integral, lo del país, lo que realmente nos hace falta. Gracias a esa iniciativa de mi familia hoy yo conozco la importancia de la tierra y sus frutos.
 
Probablemente, si mi niñez hubiese sido una niñez moderna y tecnocrática, donde lo que comiera mayormente fuera comida rápida o de microondas, mi visión de los alimentos sería inmensamente diferente. Los vería como un compuesto de calorías, proteínas y carbohidratos y no como lo que verdaderamente son, un regalo de agradecimiento de parte de la tierra por nosotros hacer con ella lo que Dios manda, sembrar.

En conclusión, ya la soja no es la regla en mis comidas, solo esporádicamente la consumo, solo cuando es lasaña de tofú y solo cuando sale del antiquísimo y legendario horno de mi cocina.

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