Por Vinoshka Paola Flores Rodríguez
Tratando de recordar momentos, sucesos o cosas importantes que impactaron mi niñez, vienen a mi memoria, o mas bien permanecen ahí, aquellos días en los que tanto lloraba, le “garateaba” o le formaba “perretas” a mi mamá, porque no había fresas en la nevera de casa, o porque mis hermanos se las habían acabado. Me las comía a cada hora. Eran, y son aún mi fruta favorita, mi obsesión. Su sabor es único y delicioso. Me gustaban bien rojas y recuerdo que las escondía en la nevera para que nadie me las comiera. Todos en mi casa me decían egoísta, pues yo las acababa todas, no las compartía con nadie y pobre de aquel que me las cogiera, ¡había pelea segura!
Las fresas tenían que estar en todas mis comidas diarias. Una vez al visitar a mi pediatra, recuerdo que mi mamá le preguntó si el exceso de comer tantas fresas me podía hacer daño a la salud. Para mi sorpresa y decepción él le dijo que sí, que como todo alimento al comerlo en exceso, las fresas también podían tener alguna reacción alérgica en algunas personas. En aquel entonces, mi mamá trató de limitármelas por un tiempo, pero no tuvo mayor éxito.
No puedo recordar mi niñez sin que mi paladar sienta el exquisito y delicioso sabor de esas ricas fresas. Siempre le decía a mi papá que las quería sembrar en la finca de mi casa, pues vivo en un campo y mi abuelo siembra muchos frutos y vegetales, pero me decía que esa fruta no se cosecha en Puerto Rico, por nuestro clima tropical. Cuando visité Costa Rica y los Estados Unidos, fue impresionante para mí ver esos enormes sembrados. Era tanta mi fascinación por las fresas que mi mamá decía que ya parecía una fresita y un día me escribió este poema.
Las fresas tenían que estar en todas mis comidas diarias. Una vez al visitar a mi pediatra, recuerdo que mi mamá le preguntó si el exceso de comer tantas fresas me podía hacer daño a la salud. Para mi sorpresa y decepción él le dijo que sí, que como todo alimento al comerlo en exceso, las fresas también podían tener alguna reacción alérgica en algunas personas. En aquel entonces, mi mamá trató de limitármelas por un tiempo, pero no tuvo mayor éxito.
No puedo recordar mi niñez sin que mi paladar sienta el exquisito y delicioso sabor de esas ricas fresas. Siempre le decía a mi papá que las quería sembrar en la finca de mi casa, pues vivo en un campo y mi abuelo siembra muchos frutos y vegetales, pero me decía que esa fruta no se cosecha en Puerto Rico, por nuestro clima tropical. Cuando visité Costa Rica y los Estados Unidos, fue impresionante para mí ver esos enormes sembrados. Era tanta mi fascinación por las fresas que mi mamá decía que ya parecía una fresita y un día me escribió este poema.
Poema a la fresa
(En honor a mi hija Vinoshka Paola, amante de esta, su fruta favorita)
(I)
Tiene ricas vitaminas
Su azúcar es natural
En su dieta ella la incluye
Para la salud mejorar
(2)
Es sabrosa apetecible
Su frescura sin igual
El que las come se queda
Con deseos de no parar
(3)
Es su aspecto color rojo
Parecida al corazón
Cuando la siente en su boca
La saborea un montón
(4)
La puede comer mil veces
Para la salud mejorar
(2)
Es sabrosa apetecible
Su frescura sin igual
El que las come se queda
Con deseos de no parar
(3)
Es su aspecto color rojo
Parecida al corazón
Cuando la siente en su boca
La saborea un montón
(4)
La puede comer mil veces
Su paladar no se cansa
Saborea su dulzura
Hasta llenarse la panza
(5)
Es la fruta favorita
De mi bella hija Paola
No las comparte con nadie
Todas se las come sola
(6)
En mi casa ella me ha dicho
Hasta llenarse la panza
(5)
Es la fruta favorita
De mi bella hija Paola
No las comparte con nadie
Todas se las come sola
(6)
En mi casa ella me ha dicho
Un huerto quiere sembrar
Para que nunca le falten
En su dieta semanal
(7)
La verdad son exquisitas
Esas fresas le dan vicio
Con ella yo las comparto
Cuando me da su permiso
MRO (3-15-2001)
(7)
La verdad son exquisitas
Esas fresas le dan vicio
Con ella yo las comparto
Cuando me da su permiso
MRO (3-15-2001)
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